Cada risa que me has robado.
Cada amistad que has arruinado.
Cada sueño que me has arrebatado y hecho pedazos.
Cada día en que el simple hecho de respirar requiere el más grande de los esfuerzos.
Cada oportunidad con él que has arruinado para mi.
Pero sé que no puedo. Que no hay vuelta atrás. Que no queda más que seguir luchando y confiando en el Todopoderoso.
Y, ¿adivina qué?
Querida ansiedad, mi Dios es más grande que tú.
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