Volví a escribir el día en que te fuiste. Todas las veces. Todos los días que te fuiste. Escribí cada despedida en mi corazón. Escribí con lágrimas imborrables, con rabia aplastante. Escribí lo que me quitaste: mis sueños, mi identidad. Escribí con palabras, para que el viento se las llevara si decidías volver. Escribí en mis sueños tu rostro, tu abrazo y tu voz. Escribí en las hojas de los árboles cada una de tus promesas y en las estrellas decidí escribir el día en que te conocí. La hermosa Luna decidí dejarla intacta, para recordar que algún día nos quedamos en blanco pues las palabras no fueron suficientes para describir nuestro amor. Escribí con mis suspiros, con mi respiración. Escribí recorriendo con letras las cicatrices sobre mi piel. Escribí no me olvides en tu mejilla, para que me recordaras cada vez que miraras tu reflejo. Y escribí en tus pupilas mi adiós. Hice tinta mi sangre y escribí estas palabras baratas para intentar sacarte de mi cabeza y acabar con esto de una buena vez.
Al final, sin embargo, descubrí que tú también escribías. Escribías en piedras.
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